Sacrificio vs Desapego ¿Cuál es el camino a Dios?

Buenas, buenas, queridos hermanos y hermanas.

Hoy vamos a hablar de algo que me ha estado resonando muy fuerte últimamente, y que seguramente a ustedes también les toca de cerca, la diferencia entre el sacrificio y el desapego.

A veces caemos en la trampa de aferrarnos al sacrificio como si fuera la llave para conseguir lo que queremos. Y cuando escuchamos hablar de desapego, muchas veces lo confundimos y lo rechazamos, pensando que es otra forma de sacrificio.

¿Sacrificio o Desapego? La Confusión Común

Sentir un sacrificio surge cuando le damos un valor desmedido a algo que, en el fondo, no tiene la importancia que le atribuimos emocionalmente. Por ejemplo, podemos estar muy apegados a nuestras cosas materiales como la computadora, el teléfono o nuestra casa, y creer que separarnos de ellas sería un sacrificio enorme para obtener otra cosa, como la paz interior. En mi propia experiencia, muchas veces sentí que alejarme de lo material era un sacrificio necesario para encontrar esa paz.

Pero la verdad es que no necesitar emocionalmente algo es el verdadero desapego. Podemos seguir utilizando y disfrutando de nuestras herramientas y posesiones, pero sin ese vínculo emocional que nos atrapa y nos esclaviza. Podemos separarnos de ellas y, si mañana no están, seguir estando igual de bien. Obviamente, mientras estén, las aprovechamos, pero su ausencia no representa un sacrificio doloroso.

El Dolor del Apego y el Miedo a la Pérdida

El sacrificio está íntimamente ligado al dolor, al miedo de que algo no esté. Y por ese miedo, si en algún momento nos separamos de eso, aunque sea momentáneamente, nos duele. Esto se ve clarísimo en las relaciones. A veces no disfrutamos de una relación, pero estamos apegados a esa persona. Si surge algo que amenaza ese vínculo, sentimos que no depender de esa persona sería un sacrificio, porque hemos puesto nuestra felicidad en ella.

Desapegarse, en cambio, es vivir ese proceso de darnos cuenta de nuestro apego emocional y liberarlo gradualmente. Liberarlo a veces es preguntarnos: ¿qué pasaría si no estuviera? ¿Qué pasaría si no tuviera este lugar, este teléfono, esta persona? Podemos vivir ese dolor, ese miedo a la pérdida, y darnos cuenta de que, en el fondo, todo va a estar bien, esté o no esté eso.

La Libertad de Soltar: Desapego en el Emprendimiento

Esta verdadera libertad viene de ese desapego, esa paz interior que todos buscamos. Un proyecto o un emprendimiento pueden darnos esa paz, no por el resultado en sí, sino por el simple hecho de ser nosotros mismos al hacerlo. Estemos creando contenidos, recién conectando con personas o ya tengamos muchos clientes, da igual la circunstancia, al estar desapegados del resultado, podemos vivir el proyecto dando lo mejor de nosotros en cada momento, sin miedo a perder nada.

Y si en algún momento sentimos que debemos cambiar de rumbo, de contenido, de red social, no nos va a doler, porque no estaremos apegados a lo anterior. Es como esa nostalgia por el pasado, que surge porque seguimos apegados a algo que ya no existe. Ese vínculo emocional nos frena, así como nos frena la evolución apegarnos a las cosas del mundo.

La Ilusión del Sacrificio

Desde la perspectiva de «Un Curso de Milagros», el sacrificio es una ilusión que existe en nuestra mente porque le atribuimos valor real a cosas que verdaderamente no lo son. Solo cumplen una forma, una herramienta de experimentación para darnos cuenta de que el verdadero valor está en quien experimenta el mundo, no en el mundo en sí.

Estar en el mundo no es sacrificar el mundo, sino vivirlo sin estar vinculados emocionalmente, dependiendo de cómo sea ese mundo. Podemos soltar el apego a la pareja, a las cosas materiales, al lugar, y dejar que se transformen, que evolucionen. Tal vez el lugar debe cambiar, tal vez nosotros estamos cambiando y debemos soltar viejas formas. No hagamos ese salto con la idea de sacrificar lo que tenemos, porque esa es la ilusión.

Como mencionaba «arriba», esto se relaciona con los «Maestros de Dios» del Curso de Milagros, aquellos que viven a Dios a través de todo lo que hacen, piensan y dicen. Al entregar y soltar esas cosas a las que nos aferramos, nos convertimos en maestros de Dios.

En mi propio camino, sobre todo en los últimos años, he estado viviendo un proceso de soltar, soltar, soltar, de desapegarme de cosas. Esto me llevó a alejarme de proyectos, relaciones, lugares, incluso de la familia y el país. Y en esas situaciones, que no eran necesariamente obligatorias, pero surgieron como posibilidades, pude ver lo verdaderamente importante. ¿Qué pasa si estás lejos de todo lo conocido? Nada. Seguís siendo vos. Y lo potente es que te das cuenta verdaderamente quién sos.

He sentido ese «sacrificio» de dejar de percibirme como creía que era hasta ahora. Y ahí empieza todo un movimiento de cómo ahora no voy a ser eso. Pero al observarme desde afuera, pude permitirme la posibilidad de no seguir siendo el mismo, de soltar esas etiquetas y roles pasados.

Entiendo que al principio esto da miedo, genera incertidumbre. Personalmente lo siento mucho en el estómago. Pero ahí es cuando tenemos la oportunidad de observarnos, de llegar a ese bloqueo que está frenando nuestra evolución. Y recordemos, nuestra evolución no es ser «mejor», sino desapegarnos emocionalmente de las cuestiones para encontrarnos y darnos cuenta de que ya somos mucho más de lo que pensábamos. Somos parte del todo, hijos de Dios. No necesitamos crecer, sino recordar y redescubrir quienes ya somos.

Empiezan a suceder los milagros

Así como la ilusión no puede ser sacrificada porque es ilusión, el hijo de Dios nunca deja de ser hijo de Dios. Uno de mis mayores miedos era fallarle a Dios, creyendo en mi ilusión que eso era posible. Pero al ver más allá, entendí que al soltar esos bloqueos de miedo e insuficiencia, empiezan a suceder los milagros. Y estoy seguro de que cada uno de ustedes también es capaz de manifestar milagros en sus vidas al revelarse a conocerse y compartirse de manera auténtica.

En los emprendimientos, esto se traduce en que ya no se requiere un esfuerzo extra, una intención forzada para conseguir resultados. Parece que no hacemos nada, pero las cosas suceden. Simplemente entregamos lo mejor de nosotros, disfrutando el proceso, y lo que tenga que llegar, llegará. A veces hay un intercambio energético inmediato, otras veces no se ve en lo exterior, pero está sucediendo en lo interior.

Cuando nos damos cuenta de que no hay nada real que podamos perder, empezamos a disfrutar realmente la vida con desapego. Vengan 10 clientes, uno o mil, la vivencia es desde el mismo desapego, porque no hay niveles en esto. Es confiar en la vida o no confiar.

Así que, queridas semillas, los invito a reflexionar si realmente estamos confiando en la vida o dependiendo de estrategias externas. Soltemos ese apego a los resultados y permitamos que las cosas fluyan naturalmente. Los pensamientos de duda o miedo pueden surgir, pero si no los nutrimos con esa validez emocional, pasarán.

Abrirnos a esto nos va a ayudar a expandirnos para encontrarnos. Y cuando nos encontremos, esa paz que tanto anhelamos va a estar en el instante presente, ahora mismo. En el fondo, sabemos que estamos siendo quienes tenemos que ser. No hay que buscar nada ni crecer. Ya estamos en esa paz y en esa vida que reconoce a Dios, aunque a veces creamos que no es así. Y ahí se disuelve la ilusión del sacrificio, porque Dios no nos pide nada para ser los hijos de Dios que ya somos. 🙏

Espero que estas palabras les hayan resonado y les hayan traído esa paz y revelación de verdad. ¡Nos vemos en la próxima! 🚀

Deja un comentario