¡Buenas buenas, Semillas!
Arriba les compartí una reflexión que me surgió desde lo más profundo, y hoy quiero expandir un poquito esas ideas acá en el blog.
El título lo dice todo: Estar en el mundo sin ser del mundo. Puede que esta frase les resuene, que la hayan escuchado antes en la Biblia (Juan 17), pero ¿Realmente nos detenemos a sentir lo que implica?
¿Qué significa estar «en» el mundo? 🤔
Cuando hablamos de estar en el mundo, nos referimos a esta experiencia física, a la materia que percibimos con nuestros sentidos. Es tener un cuerpo, con todas sus necesidades: comer, dormir, moverse, pagar cuentas. Es relacionarnos con otras personas, con las estructuras que hemos creado como sociedad. Es, en definitiva, ser partícipes activos de esta realidad que llamamos «mundo».
Pero acá viene lo crucial, la semilla que quiero plantar hoy en ustedes: ser parte del mundo no significa ser «del» mundo.
Somos mucho más que lo que vemos 👀
Somos algo infinitamente más vasto que esta forma física, que este personaje que interactúa en el día a día. Intentar comprender lo que realmente somos va más allá de nuestra capacidad intelectual, de definirnos con etiquetas. No somos solo «quiénes» somos (nuestro nombre, profesión, roles), sino fundamentalmente «qué» somos: una conciencia observadora.
Este «quién» que hemos construido, nuestra personalidad con sus matices, es una herramienta valiosa que nos permite navegar e interpretar este mundo. Es única, necesaria, pero no es la esencia de lo que somos. Somos esa presencia silenciosa que observa la interacción de este personaje con el mundo.
Soltando las cadenas del «tener» 🔗
Cuando nos identificamos completamente con este «quién», con el mundo material, caemos en la trampa de la necesidad, del apego. Creemos que nuestra felicidad depende de lo que «tenemos» (dinero, relaciones, posesiones) y vivimos en constante defensa y ataque por miedo a perderlo. Pensamos que nuestra existencia se limita a este cuerpo que inevitablemente va a perecer.
Fíjense que uso la palabra «tener» a propósito, porque es ese verbo el que nos ancla al mundo de la forma, a los resultados tangibles. Dejamos de hacer lo que realmente sentimos, lo que nos apasiona compartir, por la creencia de que «necesitamos» conseguir algo a través del mundo para «ser» alguien.
Observando sin juzgar ✨
La invitación hoy es a empezar a integrar esta perspectiva en nuestro día a día. Observar nuestros pensamientos, nuestras emociones, sin creernos cada historia que nos cuentan. Dejen que surjan, sí, son parte de la experiencia. Pero dense cuenta de que detrás de ese flujo constante hay algo más profundo, algo que está permitiendo esa manifestación.
Todo emerge del Todo, de ese espacio infinito que contiene pensamientos, emociones, cuerpos, materia. Todo forma parte de una gran ilusión que nos hemos creado para interactuar, para reconocernos a través de la aparente separación y darnos cuenta de que no somos esa separación.
Sé que esto puede sonar abstracto, quizás hasta descabellado. Y claro, se siente muy real cuando falta el dinero o cuando sentimos dolor. Pero incluso esas sensaciones son experiencias que estamos teniendo, no definen lo que somos en esencia.
No estamos aquí para juzgar el mundo material, sino para observarlo, para hacer una introspección que nos revele la verdad trascendente de la forma: así como llegamos, nos vamos. Llegamos completos, plenos, abundantes para experimentar esta aventura, y nos vamos sin la forma, pero con la plenitud intacta.
El valor reside en nuestro interior 💖
A veces nos perdemos buscando la felicidad afuera, en logros efímeros que vienen y van. Pero hay un éxtasis mucho más profundo, el que siempre estuvo dentro nuestro, que empezamos a distinguir cuando comprendemos que la felicidad verdadera no se encuentra en la forma, sino en esa conciencia que experimenta toda esta representación exterior.
Denle valor a un mate, a un abrazo, al dinero, a todo lo que experimentan. Pero recuerden que ese valor no está inherentemente ahí, se lo están dando ustedes desde la abundancia que reside en su interior. Un papel pintado con un número no tiene valor intrínseco, nosotros somos el valor.
Al darnos cuenta de que estamos en el mundo, pero no somos del mundo, nos liberamos. Esa es la verdadera libertad del ser en la materia. Y en la medida en que reconectemos con nuestro valor intrínseco, nos daremos cuenta de que es tan abundante que podemos otorgárselo al mundo, a las experiencias, conscientemente, para que sean una experiencia más de lo que somos, y no lo que nos define. Ahí está el verdadero cambio, la transformación profunda.
Y antes de despedirme, quiero invitarte al próxima masterclass o mentoría que estoy organizando sobre El Camino a la Prosperidad. Será totalmente gratuito en los primeros días de abril. > Aquí el enlace
Espero que esta reflexión les haya resonado, Semillas. Los abrazo en amor.