Hablar desde el Ser

Hablar desde el Ser: La purificación del Verbo

Hay momentos en los que el universo parece hablar a través de uno mismo. La palabra fluye, las ideas se ordenan solas, y lo que se expresa no proviene del pensamiento calculado, sino de un lugar más profundo.

Al escucharse después, uno siente que fue testigo de una revelación. Así se vive la purificación del verbo, un proceso en el que el habla deja de ser una herramienta del ego para convertirse en un instrumento del alma. Es la esencia de hablar desde el ser.

No se trata de hablar más, sino de hablar desde otro lugar. Dejar que la voz del Silencio hable a través del canal humano.

Durante períodos de servicio intenso, acompañando a otros en su propio camino de conciencia, se puede notar cómo la garganta se transforma en un puente entre lo que es dicho y lo que es sentido.

Puede ser un proceso de fuego, entrega y escucha profunda. Y al final, se comprende que la purificación del verbo tiene tres fases interconectadas: aceptar, permitir y expresar. Tres llaves que abren el paso del habla común al verbo consciente.


Aceptar: la voz se abre en la humildad

La primera fase de la purificación del verbo es aceptar. Aceptar lo que uno Es, lo que siente, lo que teme, lo que aún no comprende. Aceptar incluso aquello que el ego señala como “lo que debería cambiar”.

Aceptar es decirle SÍ a la totalidad del propio Ser, incluyendo las sombras y las luces. Es reconocer que nada necesita ser «mejorado» o «arreglado» antes de poder ser amado o expresado auténticamente.

Cuando se acepta, el corazón deja de estar dividido entre lo que aprueba y lo que rechaza de sí mismo. Esa unificación interior crea el espacio sagrado donde la palabra puede brotar sin máscara, sin miedo al juicio.

La aceptación es la verdadera purificación. No se trata de limpiar lo «impuro», sino de ver con Amor lo que ya Es, reconociendo la inocencia fundamental detrás de cada aparente imperfección. Cuando la voz se eleva desde ese punto de autoaceptación radical, se vuelve transparente: deja pasar la Luz sin distorsión.

Aceptar, entonces, no es resignarse a una limitación. Es abrir el canal del alma, soltando la resistencia que impedía que la Verdad fluyera. Solo quien se acepta a sí mismo puede hablar desde el ser sin necesidad de defenderse o justificarse.

✨ Aceptar para hablar desde el ser

La práctica de aceptar implica observar sin juicio los propios pensamientos y sentimientos. Cuando surge una emoción «negativa» (miedo, ira, tristeza) o un pensamiento autocrítico, en lugar de luchar contra él o identificarse con él, simplemente se lo reconoce: «Ok, esto está aquí».

Esta aceptación crea un espacio. En ese espacio, la energía de la emoción o el pensamiento puede moverse y disolverse, en lugar de quedarse estancada en el chakra garganta, bloqueando la expresión auténtica. Hablar desde el ser requiere esta limpieza previa a través de la aceptación.

¿Puedo aceptar incluso esta parte de mí que juzgo como «inaceptable»?


Permitir: el fuego del sentir

Luego llega la segunda fase: permitir. El permitir no es pasividad; es valentía. Es dejar que la energía de la Vida (incluyendo las emociones intensas) circule por donde antes había miedo o bloqueo. Es abrir la garganta del alma para que el fuego transformador del sentir purifique lo que aún no ha sido dicho o liberado.

A veces, durante procesos de sanación o expresión auténtica, se puede sentir un fuerte calor o presión en la garganta. No es casualidad: la energía pide expresión. Es el fuego del verbo queriendo manifestarse, quemando viejas represiones.

Cuando simplemente se siente esa energía, sin juzgarla, sin querer que se vaya, sin intentar controlarla, el fuego se transforma en alivio. El canal se abre.

Eso es permitir: dejar que la experiencia sea tal como es, sin intentar manipularla con la mente. No hace falta entenderla intelectualmente, solo estar presente con ella. La mente quiere explicar; el alma solo quiere sentir.

Y cada vez que algo se permite completamente, se libera. Así, el fuego deja de quemar y comienza a iluminar. El verbo se limpia de las palabras innecesarias, de las explicaciones defensivas, de las justificaciones del ego, y queda desnudo, puro, simple.

Permitir es darle permiso a la Vida para hablar en nosotros, antes de hablar a través de nosotros. Es la segunda clave de la purificación del verbo.


Expresar: la verdad que se hace sonido

La tercera fase es expresar. No como un acto de exposición egoica («mírenme»), sino como un acto de Amor y servicio. La expresión consciente nace cuando el verbo purificado se une con la Presencia. Ya no es el «yo» (ego) quien habla, sino el Ser que observa mientras las palabras se dicen.

Muchas veces, el obstáculo para la expresión auténtica no está en la falta de claridad mental, sino en el miedo a mostrarse vulnerable, a ser juzgado o rechazado. La mente busca la frase perfecta, el tono adecuado, la forma «correcta» para ser aceptado.

Pero la expresión consciente, el hablar desde el ser, no busca perfección: busca Verdad.

Expresar no es meramente comunicar información, sino dejar que el alma respire a través del lenguaje. No importa si el formato es una conversación íntima, una charla pública, un escrito o incluso un silencio compartido y significativo. Lo que importa es desde dónde se dice.

Cuando el verbo se purifica a través de aceptar y permitir, hablar se convierte en una oración viva. Cada palabra vibra con la frecuencia del Ser. Y ese sonido no busca convencer ni enseñar dogmáticamente: transforma por resonancia.

🌸 Aceptar, permitir, expresar: el ciclo

Estas tres fases —aceptar, permitir, expresar— no son necesariamente lineales, sino un ciclo continuo que profundiza la purificación del verbo. Acepto lo que siento, permito que la energía se mueva, expreso desde esa autenticidad, y esa expresión me lleva a una nueva capa de aceptación. Es el mapa de la sanación interior reflejado en nuestra comunicación consciente.

Se reflejan en el cuerpo, en la energía, en los chakras:

  • Aceptar corresponde al Corazón: abrirse a todo lo que Es.
  • Permitir corresponde a la Garganta: dejar que el fuego del sentir limpie el canal.
  • Expresar corresponde a la Coronilla (conexión con la Fuente) y al Mundo (manifestación): permitir que el Cielo hable a través de la Tierra.

Así, el verbo pasa del yo pequeño (ego) al Yo Soy (Ser). Y cada vez que el verbo se alinea con el Ser, la palabra se vuelve milagro. El milagro no es necesariamente que se cumpla externamente lo que decimos, sino que lo que decimos revela lo que Somos.


El arte de la autoescucha

Hablar desde el ser no es solo emitir sonido; es, fundamentalmente, aprender a escucharse a uno mismo. La autoescucha es la práctica que sostiene todo el proceso.

Escucharse no solo con los oídos físicos, sino con todo el cuerpo, con la respiración, con la sensación interna. Cada palabra que pronunciamos deja una huella energética dentro nuestro.

Si prestamos atención a cómo se siente lo que decimos mientras lo decimos, descubrimos si estamos hablando desde el Amor (expansión, paz) o desde la defensa (contracción, tensión).

La autoescucha es un acto de humildad. Es reconocer que no siempre somos conscientes de las energías que movemos con nuestra palabra. Cada frase puede ser una oportunidad de purificación, si la observamos sin juicio. Cada conversación, un espejo del alma.

¿Qué energía estoy sintiendo en mi cuerpo mientras digo esto?

El verbo consciente no busca convencer ni corregir al otro. Solo revela lo que el corazón ya sabe. Y en esa revelación honesta, la mente argumentativa se silencia naturalmente.


Integración: comunicar para recordar

El proceso de purificación del verbo no termina en uno mismo; se expande naturalmente hacia el mundo. Cada palabra dicha con presencia se convierte en un recordatorio silencioso de la Verdad para quienes la escuchan.

Hablar, escribir, enseñar o simplemente mirar con Amor es también comunicar. El universo escucha vibracionalmente, no semánticamente. Por eso, más que cuidar obsesivamente las palabras exactas, es importante cuidar el estado interno desde donde nacen.

Si el canal está alineado con el Corazón (aceptación y permiso), la palabra lleva en sí la medicina. Si está teñido de miedo o defensa (ego), la palabra se convierte en ruido, en más separación. Por eso la verdadera comunicación consciente es una práctica devocional.

Purificar el verbo es recordar que hablar es orar. Que cada sonido puede ser un vehículo de Luz. Y que la expresión consciente es el puente entre el Cielo y la Tierra.

🤫 El silencio que habla

Después de mucho hablar, enseñar, escribir y acompañar, se comprende que el verbo más puro nace del Silencio.

El Silencio no es ausencia de palabras, sino Presencia sin interferencia del ego. Cuando la mente se aquieta, la voz que surge no es personal; es universal.

Ese es el misterio último de la purificación del verbo: la palabra ya no busca describir a Dios; deja que Dios se exprese a través de la palabra. Y cuando eso ocurre, el hablar desde el ser se vuelve oración, la enseñanza se vuelve comunión, y el silencio, canto.

¿Puedo escuchar el Silencio detrás de mis propias palabras y las de los demás?

Aceptar, permitir y expresar. En estas tres fases se resume el viaje de la Conciencia que busca integrarse en la forma. La abundancia, entonces, no es una meta, sino el efecto natural de un verbo alineado. Porque cuando el verbo se purifica, la palabra se hace carne. Y en esa carne habita el Espíritu.

Un abrazo enorme. Bendiciones para tu camino.

Karel

PD: Si esto te resonó, te invito a unirte gratis a «Mensajes del Ser» para recibir más inspiración > Aquí