Buenas, buenas, queridos hermanos y hermanas. ¡Qué alegría encontrarnos de nuevo en este espacio de crecimiento consciente!
Hoy vamos a sumergirnos en una característica de los maestros de Dios, de los emprendedores conscientes, que a primera vista puede parecer algo… utópica: la Indefensión.
¿Indefensión? Te preguntarás, ¿qué tiene que ver esto con el emprendimiento, con el éxito? Se nos ha enseñado que defendernos es vital, ¿verdad? Este impulso, arraigado en un instinto animal, es una construcción del ego que busca atacar y defenderse para sobrevivir. Seguimos usando el mismo sistema, como si la vida fuera una batalla donde hay que ganarse las cosas, luchando contra «enemigos» y por recursos «finitos».
Cuando nos ponemos a la defensiva, ya estamos creando el ataque en simultáneo. Es como anticipar una agresión, aunque sea una ilusión. Y al caer en esa posición de miedo, ¿qué crees que atraemos? Exacto, aquello de lo cual intentamos defendernos.
En el emprendimiento, esto se traduce en la necesidad constante de ser mejor que el de al lado, en la competencia. Mirar de reojo a otros para ver qué hacen y cómo «hacerlo mejor». ¡Es una forma de defenderme! Porque si él consigue el cliente, yo no.
Esto, viene aparejado de una profunda sensación de escasez: los clientes son finitos, el dinero es finito, ¡hay que luchar por todo! ¿No te suena agotador? Estoy seguro de que, si estás aquí, ya te diste cuenta de que ese camino es super cansado y pesado. Hay otra posibilidad, mucho más armoniosa, pacífica y amorosa.
✨ La verdadera fortaleza en la indefensión
Una de las características de los maestros de Dios es esta indefensión, que sigue al júbilo y, sobre todo, se desprende del pilar central: la confianza. El Curso de Milagros nos dice que los maestros de Dios son sencillos, lo opuesto a la complejidad que a menudo buscamos para sentirnos superiores en el emprendimiento tradicional.
Algunos podrían pensar: “¿Pero si soy indefenso, no soy vulnerable?”. Y aquí, Semillas, radica la verdadera enseñanza: la fortaleza la encontramos a través de la indefensión.
¿Por qué? Porque tu escudo ya no son tus manos, tu exigencia o la estructura del ego, sino el amor. Y el amor no es un escudo que separe, sino que abraza a todos. Estamos vibrando en otra sintonía, ¿lo sentís?
La indefensión no es dejarse pegar o pasar por encima. La indefensión es no estar en constante defensa de algo que no tiene sentido ser defendido. La Verdad de lo que sos, el Amor que sos, no necesita que lo defiendas.
¿Acaso Dios necesita defenderse? No tiene sentido, ¿verdad?. Como hijos de Dios, tampoco nosotros. El ego entra en juego cuando creemos que no somos eso.
🛡️ Ilusiones que nos aprisionan
Cuando nos identificamos con lo que hacemos o tenemos —mi coche, mi casa, mi trabajo, mi dinero—, obviamente, eso va a requerir una defensa constante. Si crees que eres eso, vas a tener miedo a perderlo y lo intentarás defender a toda costa. Esa es la mente pequeña, el ego, que se siente inferior o en carencia.
Pero, cuando empezamos a observar desde lo que en verdad somos, nos damos cuenta de que no necesitamos defender nada. Confías. Disfrutas lo que tenés, y si en algún momento no lo tenés, disfrutarás otra cosa porque la confianza es el pilar central. No hay nada que defender contra la verdad.
Las defensas, mis queridos, no son más que absurdos guardianes de ilusiones descabelladas. Cuando intentamos defender nuestros clientes, nuestro proyecto, estamos dando validez a ilusiones de separación, de carencia, de escasez. Y al darles valor, esas ilusiones nos controlan.
Podemos usar el emprendimiento para expresar lo que somos, para ofrecer un servicio en amor, pero no dependemos de ello. Nuestro valor no está en el objeto o en las acciones, sino en el reconocimiento de lo que somos internamente. Cuanto más «grotesco» es el sueño (cuanta más valía le ponemos a algo externo), más formidables parecen sus defensas.
¿Te ha pasado de defender a capa y espada un proyecto, y que al entrar en crisis, te das cuenta que eras vos el que estaba en crisis?
🕊️ El camino hacia la liberación
Cuando un maestro de Dios acepta mirar más allá de estas defensas, se da cuenta de que allí no había nada que defender, era una mera ilusión. Al principio, este desengaño puede ser lento, pero a medida que tu confianza aumenta, aprendes más rápido.
No pasa nada si aún sientes apego a cosas o circunstancias. Observa cómo eso te afecta, no porque tenga el poder, sino porque tú se lo has dado, y libéralo poco a poco.
Los cambios externos no son castigo, sino aprendizajes para los que estás listo. Cuando abandonamos las defensas desde la confianza y el amor, no se experimenta peligro. Lo que se experimenta es paz, dicha, júbilo. Se experimenta a Dios.
Te invito a verificar internamente: ¿Hay alguna situación en la que estés proyectando tu valía y defendiendo? Puedes comenzar a bajar esas defensas con amor, desprendiéndote de la ilusión de que eso te da valor.
Si tu valor es interno, no necesitas que el éxito de tus contenidos se dé de cierta manera. Lo que sea, puedes observarlo con amor y bajar las defensas poco a poco para reconocer a Dios detrás de todo.
El Ser siempre estuvo ahí, observando este proceso con quietud, compasión y sin prisa, sabiendo que en algún punto íbamos a volver a Él.
Espero que esto te haya sido de utilidad. ¡Un abrazo enorme, enorme y nos vemos en la próxima!