Hay un momento en el camino donde el miedo ya no es al fracaso…
sino a ser visto.
No es que no tengas nada para compartir.
Lo sabés, lo sentís, lo viviste.
Pero aparece esa voz: ”¿Qué van a pensar si lo digo? ¿Si me muestro? ¿Si me expreso de verdad?”
Y ahí te detenés.
Te callás.
Postergás lo que en el fondo querés decir.
El juicio de los demás pesa, no porque sea real,
sino porque toca un punto interno que aún no fue liberado.
La incomodidad no nace de afuera,
nace del lugar dentro tuyo que todavía no está del todo convencido de su luz.
Ese lugar que teme coincidir con lo que los demás puedan pensar.
Porque lo que verdaderamente duele no es lo que dicen,
es lo que en el fondo creés que podría ser cierto.
Ahí es donde empieza la liberación.
No resistiendo el juicio… sino mirando con honestidad donde todavía te lo hacés vos.
🌿
El Ser no busca aplauso.
No busca perfección.
No necesita tener razón.
El Ser solo quiere ser expresado, sin máscaras, sin defensa, sin control.
Y cuando hablás desde ahí, desde lo que viviste, desde lo que se volvió real en vos,
esa voz se vuelve medicina, incluso si a otros les incomoda.
Si te juzgan, observá.
Si se burlan, agradecé.
Si te critican, soltá.
No porque seas indiferente, sino porque ya no necesitás protección.
Ya no querés encajar.
Estás eligiendo verdad.
Estás eligiendo presencia.
🌟
Muchos no comunican lo que sienten porque no quieren generar conflicto,
pero a veces el verdadero conflicto es con uno mismo:
por seguir sosteniendo una versión tibia de quien se es,
por miedo a incomodar.
Incomodar no es atacar.
Es alumbrar.
Y tu luz no puede esperar a que todos estén listos.
Así que sí… hablá.
Compartí.
Mostrate incluso si aún te tiembla la voz.
Porque ese temblor no es debilidad.
Es señal de que algo en vos está naciendo.
Y cuando el Ser nace, todo se acomoda a su paso.
Tal vez no de inmediato.
Tal vez no de la forma que imaginabas.
Pero de un modo perfecto, silencioso, inevitable.
🕊️
Y si aparece el miedo, no lo rechaces.
No lo niegues ni lo tapes.
Sentate con él.
Escuchalo.
Y desde el centro de tu alma, decile con calma:
“Gracias por protegerme hasta acá.
Pero ahora… ya no decido desde vos.”