Cuando el impulso de servir esconde una vieja herida
Hay momentos en que sentimos que ya hemos dejado atrás las grandes luchas del ego. Que no perseguimos logros vacíos, que no buscamos aprobación en lo externo, que ya no corremos tras el éxito. Y sin embargo, en lo más sutil, el ego vuelve a disfrazarse.
Lo descubrí en estos días, al observarme revisando Instagram, los mails, los mensajes, los movimientos bancarios. No con ansiedad, como en otros tiempos, pero sí con una especie de necesidad automática, mecánica. Un impulso apenas perceptible de querer saber, responder, estar.
Y ahí me di cuenta: no era solo por curiosidad, ni por simple hábito. Era la necesidad de mantenerme disponible. De sentirme útil. Necesario. Presente para los demás, incluso si no lo estoy para mí.
💬 El Personaje del Servidor Perfecto
¿A quién estás intentando sostener?
Esta tendencia me llevó a observar algo más profundo. La vieja personalidad del “servidor perfecto”, del que siempre está, del que responde a tiempo, del que da sin medida. Suena noble, pero muchas veces es una trampa. Porque para cumplir con esa imagen, uno termina pasándose por encima a sí mismo.
Recordé una situación reciente donde alguien me escribió con urgencia y autoridad. Mi impulso fue responder enseguida, resolver, ayudar. Pero luego, al observarme, noté la incomodidad. No por lo que la otra persona decía, sino por cómo me estaba colocando yo frente a su pedido. Me estaba haciendo pequeño para agradar. Me estaba restando autoridad para ser aceptado.
Y lo más fuerte fue ver que esa respuesta automática, en el fondo, era una forma de exigencia hacia mí mismo. De no permitirme poner límites. De sentir culpa si no estaba disponible.
🧘♂️ El Cuerpo No Miente
Las señales sutiles del alma en transformación
El cuerpo habló con claridad. Una tensión entre los omóplatos, un tic en el ojo, una molestia en la encía. Todos mensajes. Pequeños avisos de que algo no estaba del todo en equilibrio.
Ya no era ansiedad como antes. Era otra cosa más refinada: una necesidad de control disfrazada de responsabilidad. Como si el amor tuviera que expresarse a través del cumplimiento. Como si soltar el hacer fuera dejar de importar.
Y entonces vino la pregunta:
¿Qué pasaría si soltara completamente la necesidad de ser útil?
¿Quién soy si no estoy ayudando? ¿Quién soy si no estoy disponible? ¿Qué valor tengo si no resuelvo nada?
Y la respuesta vino en forma de silencio. De descanso. De presencia.
🌞 Ser sin Esfuerzo
La verdadera expansión nace del espacio interior
Curiosamente, cuando dejé de forzar, empezaron a abrirse nuevas puertas. Llegaron propuestas, conversaciones, oportunidades. Pero no desde la búsqueda, sino desde la quietud. Desde el espacio interior que se abre cuando uno deja de estar pendiente… y comienza a estar presente.
Ya no necesito hacerme pequeño para entrar en la forma que otros esperan de mí.
Ya no necesito probar nada.
Solo ser.