No existen milagros difíciles (Un Curso de Milagros)

Cuando escuchamos la frase «no hay grado de dificultad en los milagros» (No existen milagros difíciles), algo dentro de nosotros se remueve. Suena simple, pero encierra una profundidad que trasciende la razón.

En Un Curso de Milagros, esta enseñanza es el primer principio, la piedra angular. Nos invita a recordar que para Dios, todos los milagros son iguales, porque el Amor no distingue ni jerarquiza.

Sin embargo, desde la mente humana (el ego), nos cuesta creerlo. A menudo pensamos que algunos milagros son más «grandes» que otros: sanar una enfermedad grave, reconciliarnos con alguien después de años o liberar una adicción parecen desafíos mayores que los pequeños gestos cotidianos de paz o perdón.

Pero eso solo revela nuestra percepción limitada. Cuando nos abrimos a sentir más allá del análisis racional, la verdad se vuelve evidente: lo que para el ego parece grande o pequeño, para la Conciencia divina es exactamente lo mismo.

¿Podría lo infinito conocer dificultad alguna?


La mente comparativa y la ilusión de dificultad

Nuestra mente (el ego) fue diseñada para comparar, medir y clasificar. Esa función fue útil para la supervivencia en el mundo de la forma. Pero en el terreno de la Conciencia, esa misma función se vuelve la principal barrera.

Creemos que algo es “más difícil” porque lo comparamos con experiencias previas o con los parámetros que el mundo nos enseñó. La «dificultad» es una proyección de nuestra propia fe en la ilusión. Si creemos firmemente que algo es imposible, para nosotros lo será.

David Hawkins lo explicaba con claridad: “El ego vive de la comparación, mientras que la conciencia simplemente observa”.

El ego necesita medir para sentirse en control. El control es una forma sutil de miedo, un intento de predecir lo impredecible y de mantener la separación. Cuando soltamos esa necesidad de medir, algo profundo se ordena dentro de nosotros.

¿Qué pasaría si dejáramos de evaluar nuestras situaciones como fáciles o difíciles, y simplemente las viéramos como oportunidades para recordar quiénes somos?


La Jerarquía de Ilusiones (Un Curso de Milagros)

Aquí radica la enseñanza más profunda de Un Curso de Milagros sobre por qué no existen milagros difíciles: No hay una jerarquía de ilusiones.

El ego nos dice que hay «problemas grandes» (un cáncer) y «problemas pequeños» (un resfriado). Nos dice que es «fácil» perdonar a alguien que nos pisa y «difícil» perdonar a alguien que nos traicionó.

Pero para el Espíritu Santo (la Voz de la Verdad en nuestra mente), todos esos problemas son idénticos, porque todos son igualmente irreales.

Un cáncer y un resfriado son la misma ilusión manifestada en diferente forma. Ambos son una creencia en la separación, el miedo y la vulnerabilidad del cuerpo. Ambos son una negación de la Vida eterna.

Para el Espíritu, sanar un cáncer no es «más difícil» que sanar un resfriado, porque el Espíritu no «sana el cuerpo» (la forma). El Espíritu corrige la mente (la causa).

El milagro es una corrección en la percepción. Y solo hay una corrección: el cambio del miedo al Amor.

La única razón por la que vemos «dificultad» es porque nosotros mismos hemos decidido que algunas ilusiones son más «reales» o «valiosas» que otras. Creemos más en la «realidad» de un cáncer que en la de un resfriado. Esa creencia es el único bloqueo.


El poder no lineal de los milagros

En la conciencia del Espíritu, los milagros no se producen por esfuerzo (Fuerza). No se “logran” (ego), sino que se permiten (Ser).

Como dijimos, el milagro es una corrección en la percepción: pasamos del miedo al Amor, del juicio a la Inocencia, de la separación a la Unidad.

Y ese tránsito no requiere tiempo, solo disposición.

El milagro ya está presente, siempre lo estuvo, porque la Verdad (Amor) siempre está presente. Lo único que impide experimentarlo es la creencia de que no puede suceder (nuestra fe en la ilusión). Cuando la mente deja de resistirse, el milagro emerge como una flor que siempre estuvo lista para abrirse.

“El milagro ocurre cuando dejamos de interferir.”

Podemos pensarlo como un cambio de frecuencia. No hay que «atraer» el milagro: solo hay que elevar la vibración (soltando el juicio y el miedo) para reconocerlo. Cada vez que elegimos la paz en lugar del conflicto, ya estamos haciendo espacio para un milagro. Cada vez que perdonamos, aunque sea en silencio, estamos recordando nuestra unidad con Dios.


Fe, entrega y la conciencia divina

Una de las causas más comunes por las que sentimos que un milagro «no llega» es porque seguimos esperando resultados concretos en la forma. Queremos ver para creer, cuando en realidad el orden espiritual opera al revés: creemos y entonces vemos.

Confiar en los milagros de Dios es soltar la expectativa del “cómo” y del “cuándo”. Es entregarnos a la certeza de que la Fuente no comete errores y que todo está ocurriendo exactamente como debe ser para nuestro máximo aprendizaje.

¿Podrías permitirte confiar sin condiciones, incluso cuando la forma no se ajusta a tu expectativa?

A veces, el milagro no se manifiesta en la forma que deseamos, pero sí en el fondo. Puede que la curación no llegue al cuerpo, pero sí al alma (la mente). Puede que la situación externa no cambie, pero nuestra percepción se transforma.

Y eso, en sí mismo, ya es el milagro más grande: la corrección en la percepción.


Vivir en estado de milagro

Vivir desde esta conciencia es vivir en milagro constante.

Ya no buscamos un hecho extraordinario, sino que reconocemos lo extraordinario en cada instante. Desde un amanecer, una sonrisa, un silencio profundo o una respiración consciente.

Cuando dejamos de medir lo divino con los criterios del ego, todo se vuelve sagrado. La separación se disuelve, y el milagro deja de ser un evento para convertirse en un estado del Ser.

No existen milagros difíciles para Dios, porque no hay límites en el Amor. Solo hay una mente que recuerda o que olvida. Y cada instante de presencia es una oportunidad para recordar.

“No busques milagros fuera de ti. El milagro eres tú, cuando recuerdas lo que realmente eres.”


Integración

La enseñanza de Un Curso de Milagros es radical: no existen milagros difíciles porque no existe una jerarquía de problemas.

Toda la «dificultad» reside en una sola decisión: nuestro apego a la ilusión y nuestra resistencia a la Verdad.

El milagro es la corrección en la percepción que nos permite soltar esa resistencia. Es la decisión de confiar en el Amor por encima del miedo. Y esa decisión está disponible en cada instante, sin importar la «magnitud» del desafío que el ego nos presente.

Un abrazo enorme. Bendiciones para tu camino.

Karel 💛

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